Lunes. Después de cinco semanas en esta ciudad, Buenos Aires nos despide con lluvia. Los semáforos en Recoleta han dejado de funcionar y la gente llega más tarde a los trabajos. De repente, la ciudad se desacelera y me alegro porque todavía siento que las baldosas bailan debajo de mis pies. Anoche salimos con Viviana a un restaurante en Puerto Madero: "Siga la vaca". Por doce dólares cada comensal puede comer toda la ensalada y todos los tipos de corte de carne que entren en el estómago. Además, recibe una botella de agua y otra de vino más una amplia variedad de postres.
Empezamos la cena a las 22h00. Me di gusto con las mollejas y Jorge, con el bife de chorizo y el vacío. Viviana comió poco y no tomó casi nada. Entre Jorge y yo nos bajamos tres de Malbec y a la salida, el taxista hizo lo propio con nosotros porque al parecer hacíamos mucho escándalo. No recuerdo muy bien cómo llegué a casa, sólo recuerdo que hablamos del amor, las reivindicaciones sociales y "el proyecto".
Esta mañana amanecí con uno de esos chuchaquis que me hizo prometer no volver a tocar una botella de vino nunca más. Espero, al menos, que el malestar me ayude a dormir gran parte del camino hasta Bariloche. Por lo pronto, tengo que confesar que la mezcla de alcohol en la sangre, el pavimento mojado con el cielo gris y los nervios (la dueña de casa está por llegar y ojalá no se percate del pequeño daño que sufrió una de sus mesas)me ha puesto un tanto melancólica. Creo que voy a extrañar las salidas diarias al supermercado y la parada obligatoria en el club de video, las funciones en el Village después de almuerzo, el Malbec, la pasta, las largas caminatas por Corrientes y Santa Fe, el café con medialunas, Recoleta.
2 comentarios:
CERO EN YAHTZEE! vendras para tomarnos un vinito y ganarte jajaja
Besos
He estado practicando, méndiga! La revancha te espera en tres semanas. Nos vemos pronto!
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